

La sensación es vivida y compartida. Últimamente las cosas parecen cuesta arriba. Somos bombardeados con informaciones que nos atemorizan y el cerco se va estrechando.
En nuestra actualidad parece imposible plantarse vivir una vida feliz y estable. Hoy más que nunca quedarse quieto esta fuera de lugar. Hay que moverse, y además moverse sabiendo dónde uno va.
Pero la naturaleza humana es terriblemente paradójica y cuando alguien siente todo esto, se apoderan de él unas terribles ganas de no hacer nada.
Desde otro punto de vista, esto es lógico: Respondemos con un «no haré nada» cuando la premisa que sentimos es un «no tienes nada que hacer».
Pero, ¿qué sentido tiene rendirse ante una realidad que te golpeará igualmente?
La odisea parece que se resume en un: lo tengo que hacer aunque no quiera. Así lo titulamos: «la cruda realidad».
Pero la realidad no es esto.
«La cruda realidad» no es más que un espejismo del que no nos deberíamos fiar tanto.
No me digan que nunca han tratado de no desear algo por el simple hecho del sufrimiento que les causaría el no conseguirlo.
La realidad, para ser real debe tener en cuenta lo irreal pues también forma parte de nosotros.
Nadie puede ser sólo una parte de sí mismo, y esto es lo que precisamente ocurre cuando nos resignamos a vivir de lo tengo que hacer aunque no quiera.
No seas sólo la mitad de ti mismo, se tú por entero.
Hazlo y hazlo porque quieres.
MARTÍN PELAYO. PSICÓLOGO
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